Estudiantes encadenados, mujeres violadas por guardias de seguridad, torturas, muertes por asfixia. Esos son algunos de los padecimientos a los que son sometidos muchos uigures, la minoría musulmana presente en Sinkinag, de acuerdo a un equipo periodístico de CNN, encabezado por los periodistas Ivan Watson y Rebecca Wright, quienes pudieron obtener tres testimonios del sufrimiento que se vive en aquella zona de China.
En esta región controlada por el régimen de Pekín ocurren violaciones a los derechos humanos que muy pocos países se han animado a señalar.
“No hay un ataque sexual sistemático ni abuso contra las mujeres en Sinkinag”, indicó el Gobierno chino como respuesta a la cadena de noticias norteamericana. Sin embargo, los testimonios de mujeres que lograron salir con vida de esos centros dicen lo contrario.
Una de ellas decidió hablar para que el mundo conozca las aberraciones que se cometían. Qelbinur Sidik enseñaba a niños en una escuela de allí. Un día, sin muchas explicaciones, fue llevada a la fuerza a enseñar mandarín a los detenidos durante tres meses.
Esto sucedió en marzo de 2017, cuando dejó de enseñar a niños. Sus nuevos alumnos eran adultos mayores y cuando los vio por primera vez no podía creerlo: estaban todos encadenados, de pies y manos, como si fueran delincuentes de alta peligrosidad.
“Cuando los guardias bebían por la noche, los policías se contaban cómo violaban y torturaban a las niñas”, dijo la profesora. Sidik presenció cómo una mujer murió como consecuencia de esas violaciones en grupo. La transformación de los detenidos era evidente, a los pocos días, todos eran piel y huesos. También escuchaba otros sonidos, más guturales y extraños, que provenían de otras salas del edificio. Allí no se dictaban clases, solo torturas.
Tras la experiencia, Sidik decidió emigrar de China. Ahora vive con su familia en Holanda.
Tursunay Ziyawudun fue una de las víctimas. Fue detenida en abril de 2017 por primera vez. No había cometido ningún delito, solo llevar su velo y dejarse ver como una mujer que cumplía con los mandatos religiosos. Fue llevada a la Escuela Vocacional del Condado de Xinyuan, en Xinjiang.
Ziyawudun estuvo en una celda con otras 20 mujeres. Ella recibía un poco de comida y agua, también tenía acceso al baño, pero solo 5 minutos al día, quienes se excedían del tiempo eran torturados.
En una ocasión Ziyawudun afirmó que dos guardias mujeres la llevaron a otra habitación donde la colocaron sobre una mesa. “Me insertaron un bastón paralizante en mi interior y me retorcieron y me electrocutaron con él. Me desmayé”. Ziyawudun fue violada por los guardias de seguridad. “Fueron extremadamente sádicos, causando dolor y daño en el cuerpo al golpearme y golpearme la cabeza contra la pared… era su forma de castigarnos”, comentó la víctima que ahora vive en Estados Unidos.
Los uigures son musulmanes y se consideran una etnia y su cultura es más cercana a las naciones de Asia Central que a China. La mayoría vive en la Región Autónoma Uigur de Sinkinag, una región autónoma de China como lo es Tíbet en el sur.
La llegada masiva de chinos de la etnia han (la mayoritaria en todo el país) a Sinkiang ha provocado que los uigures pasen a ser una minoría en su propia región, conformando un 45% de la población total, explica BBC.
Y, según activistas, las políticas de Pekín también han reducido las actividades religiosas, culturales y comerciales de los uigures, a quienes los detienen en “campamentos de reeducación”. (I)