El vacío emocional por la ausencia de sus progenitores convierte a los menores en presa fácil para el crimen organizado.
Más de mil personas han muerto a manos de las mafias en todo el país. Una consecuencia de aquello es que hay un sinnúmero de huérfanos como víctimas colaterales del crimen organizado.
En medio de un tiroteo, a sus siete años, un niño vio cómo su padrastro fue acribillado. El pequeño, aterrado, huyó sin rumbo y se convirtió en otra de las víctimas porque los sicarios destruyeron su entorno familiar en agosto del 2021 en Guayaquil.
En ese doloroso ambiente que deja el sicariato están creciendo niños y adolescentes que al pie de una escena del crimen quedan huérfanos porque microtraficantes asesinan a sus padres.
Cuando Ariel tenía tres años, su papá fue asesinado mientras expendía droga en un barrio. Él se crió con su abuela, pero en medio de parientes que también pertenecían al negocio ilícito.
Así vivió su niñez en abandono; para él era normal ver el menudeo de las sustancias, no podía distinguir si eso era bueno o malo.
La psicóloga Lorena Cuadrado, de la Universidad Espíritu Santo, sostiene que el vacío emocional por la ausencia de sus progenitores convierte a niños y jóvenes en presa fácil para el crímen organizado.
«Algunos crecen con sentimiento de odio, de ira, de querer hacer justicia con sus propias manos», dice la especialista.
Ariel dice saber quién mató a su padre, pero se despojó del odio porque cree en la justicia divina.
Cuando ocurre un asesinato, la Policía inspecciona si en el sitio hay menores que presenciaron la muerte de su mamá o papá; cuando eso ocurre, los pequeños pasan a ser protegidos por los uniformados, dice Santiago Racines, de la Policía especializada para Niños y Adolescentes.
El destino de los menores de edad se complica cuando pertenecen a una familia que se dedica al tráfico de drogas u otros delitos.
No todos reciben atención del Estado. Como Ariel, que además de ver de cerca la venta de drogas, hay jóvenes que cae en el consumo.
Y si no hay quién se quede con los huérfanos, son ingresados a una casa de acogida del Gobierno, sin embargo, las mafias también van allá en busca de ellos.
Esteban Bernal, ministro de Inclusión Económica y Social, dice que recientemente hubo un ataque armado a uno de esos centros de donde pretendían sacar a menores en custodia del Estado.