Hace casi medio siglo, la NASA lanzó las sondas Voyager I y II con la misión de explorar el universo y transmitir valiosa información a la Tierra. Lo que se anticipó como una misión de cinco años se ha extendido a lo largo de cinco décadas.
A pesar de su antigüedad, estas sondas continúan operativas, aventurándose más allá del sistema solar y enviando datos desde rincones remotos del cosmos.
Recientemente, la Voyager 1 sorprendió a los científicos al reanudar la transmisión de datos después de un período de silencio, desafiando las expectativas de su final inminente.
Aunque se estima que su combustible se agotará en poco más de un año, su legado perdurará, incluyendo los discos de oro que llevan consigo, cargados de información sobre la Tierra, en caso de un encuentro con otras formas de vida inteligente en el espacio.
Ana Galarraga, comunicadora científica de la Fundación Elhuyar, nos ofrece una perspectiva única sobre este hito en la exploración espacial.