El fallecimiento del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, en un accidente de helicóptero ha iniciado el proceso para la convocatoria de nuevas elecciones presidenciales en el país.
A pesar de la muerte del clérigo de línea dura, quien asumió el cargo en 2021, no se anticipa que esto afecte significativamente la dirección política de Irán ni sacuda la estructura de la República Islámica. El poder en última instancia reside en el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei.
No obstante, la desaparición de Raisi pondrá a prueba un sistema dominado por la facción más conservadora de la dirigencia iraní, que controla todas las ramas del poder, tanto electas como no electas.
Tras la muerte de Raisi, el líder supremo Alí Jamenei ha designado al hasta ahora primer vicepresidente, Mohammad Mokhber, para gestionar los asuntos del país.
Con el fallecimiento de Ebrahim Raisi, se ha activado la maquinaria para su sustitución. «El sistema hará un gran espectáculo de su muerte y seguirá los procedimientos constitucionales para mostrar funcionalidad, mientras busca un nuevo recluta que pueda mantener la unidad conservadora y la lealtad a Jamenei», explicó Sanam Vakil, directora del programa de Medio Oriente y Norte de África de Chatham House, a la BBC.