«Muchas veces creemos que tenemos todo ganado y no es así», reflexiona Zully González, una odontóloga venezolana que atiende a unos 12 pacientes al día en su consultorio en Guayaquil.
Su camino hacia Ecuador fue largo y desafiante. “Soy venezolana y estoy próximamente a cumplir siete años en Ecuador”, dice Zully. El desempleo en Venezuela la impulsó a emigrar, comenzando un viaje que incluyó un recorrido de tres días en bus desde Cúcuta hasta Guayaquil, con solo USD 100 en el bolsillo y un colchón en el piso como recibimiento.
En 2015, llegaron 106 mil venezolanos a Ecuador, una cifra que se disparó un 900 % para 2018, cuando el número alcanzó los 955 mil. Doly Sánchez, otra odontóloga, también emigró debido a la escasez de alimentos e inseguridad en Maracaibo.
“Se metieron a robar donde trabajamos, unos hombres y mujeres armados hasta los dientes. En ese momento decidimos migrar”, cuenta Doly. Ella y su esposo vendieron todo y se mudaron a Ecuador atraídos por la estabilidad económica y la facilidad para ejercer su profesión.
Nairoby González, bacterióloga, se mudó a Ecuador después de recibir una oferta de trabajo mientras estaba de vacaciones en Quito. “Acordamos sueldos, estadía, revisé hasta el precio del mercado y fue una propuesta muy atractiva”, afirma Nairoby.
Por su parte, Horiana Pérez, médica, dejó el páramo venezolano por la costa ecuatoriana. “Un amigo dijo que viniéramos a trabajar. Se vino primero mi esposo y yo me quedé arreglando los papeles. A los seis meses me vine con todo”, relata.