Sin oxígeno ni vacunas, con una sanidad pública descuidada por décadas y una campaña de inmunización que marcha a cuentagotas, la gestión de la pandemia será sin duda uno de los retos más urgentes del nuevo presidente de Perú, quien heredará el deber de encauzar el país para frenar un virus que no da tregua.
Más de 25 millones de peruanos acudirán a las urnas el domingo 11 de abril para elegir a sus representantes y lo harán en plena segunda ola de contagios de covid-19, que desde que se oficializó en Perú a mediados de enero ha dejado un exceso de 83.000 muertes, entre confirmadas por el virus, sospechosas y otras aún por investigar y clasificar, un 176 % más que los alrededor de 30.000 fallecidos registrados en el mismo período de 2020.
La falta de anticipación a este nuevo evento epidemiológico llevó al país a repetir escenas dantescas, apenas pocos meses después de que la primera ola desnudara las deficiencias de su frágil sistema público de salud, rezagado por décadas a la sombra del sector privado.
Se agudizó la escasez de oxígeno medicinal y de camas de unidades de cuidados intensivos (UCI), mientras las autoridades luchaban infructuosamente para cerrar acuerdos con laboratorios y comenzar la campaña de vacunación contra el virus.
En esta espiral de decadencia encontrará al Perú el próximo Gobierno, que asumirá las riendas el 28 de julio con el vasto desafío de revertir esta crisis sanitaria que atraviesa el país, que se añade a su enorme daño económico, que en 2020 se tradujo en la peor recesión en treinta años.