Han pasado diez años desde que Alberto II y Charlene de Mónaco se dieron el “sí, quiero” en una ceremonia civil y luego religiosa. Su boda estuvo rodeada de especulaciones, incluso sobre un intento de fuga de la novia, pero la pareja ha demostrado en este tiempo estar por encima de la polémica.
Charlene era nadadora profesional y él todavía príncipe heredero cuando sus caminos coincidieron en el año 2000 en un campeonato internacional en el Principado. Entre ese encuentro en el que él le ofreció un ramo de flores tras haber ganado los 200 metros espalda y la primera vez que la invitó a salir pasaron doce meses.
El flechazo no fue inmediato, pero la relación se asentó y hasta 2006, fecha en la que la hicieron oficial en la apertura de los Juegos de Olímpicos de invierno en Turín, consiguieron vivir a espaldas de una prensa omnipresente y no siempre benévola.
Alberto, que accedió al trono en 2005, tenía para entonces 48 años y ella 20 menos. Sus apariciones públicas contribuyeron a acallar los rumores en torno a la supuesta homosexualidad del monegasco, pero sobre la felicidad de esa unión sigue persistiendo la duda.
Su boda estuvo rodeada de especulaciones, incluso sobre un intento de fuga de la novia.