La ola de calor que mantuvo al rojo vivo a gran parte del territorio español la semana pasada ha puesto en alerta a los meteorólogos, que no solo predicen un verano especialmente caluroso, sino que además temen la llegada de fuertes tormentas en las que las altas temperaturas del Mediterráneo, que crecen a un ritmo un 20% más rápido que el resto del planeta, juegan un papel clave.
Pero… ¿Qué relación puede tener la ola de calor con las futuras tormentas? Pues, entre otros factores, los cinco grados más de lo habitual que registran las aguas mediterráneas este junio, una cifra que preocupa especialmente a los expertos por la posibilidad de que acabe favoreciendo los ya habituales episodios de gota fría que se han vivido con intensidad en los últimos años en la costa este del país.
La ola de calor que mantuvo al rojo vivo a gran parte del territorio español la semana pasada ha puesto en alerta a los meteorólogos, que no solo predicen un verano especialmente caluroso, sino que además temen la llegada de fuertes tormentas en las que las altas temperaturas del Mediterráneo, que crecen a un ritmo un 20% más rápido que el resto del planeta, juegan un papel clave.
Pero… ¿Qué relación puede tener la ola de calor con las futuras tormentas? Pues, entre otros factores, los cinco grados más de lo habitual que registran las aguas mediterráneas este junio, una cifra que preocupa especialmente a los expertos por la posibilidad de que acabe favoreciendo los ya habituales episodios de gota fría que se han vivido con intensidad en los últimos años en la costa este del país.
«La cuenca occidental del Mediterráneo se encuentra con una importante anomalía de temperaturas, desde principios de mayo hemos tenido un episodio continuado de calor anómalo y circulación débil de viento, superando en algunos puntos los 25ºC«, explica a 20Minutos Samuel Biener, meteorólogo de Meteored experto en la zona.
Estos números, habitualmente alcanzados en los meses de julio y agosto, tienen una serie de «repercusiones» tanto a corto como a medio plazo. El impacto más próximo está relacionado con las altas temperaturas que se han registrado durante la semana pasada, debido a que el mar no está cumpliendo su función reguladora del calor, permitiendo que los termómetros alcanzaran los «35 grados incluso con la presencia de ligeras brisas», apunta Samuel.
Sin embargo, las consecuencias más graves podrían darse dentro de unos meses, cuando la estación estival termine y dé paso al otoño. «Si el Mediterráneo no se enfría y alcanzara los 28-30 grados, lo que puede pasar es que si entra aire frío en altura exista un mayor potencial para que se generen lluvias muy intensas«, advierte el experto explicitando así que la temperatura del mar no es la única razón por las que estas lluvias se producen.
Rubén del Campo, meteorólogo de la Agencia Estatal de Metereología (AEMET), comparte una visión similar a la de Samuel Biener. «Esos cinco grados son una anomalía muy destacada«, asegura el experto, aunque puntualiza el dato: «Ahora bien, esa anomalía se da ahora y no implica que se vaya a mantener todo el verano, aunque en realidad las previsiones que manejamos es que el verano va a ser más caluroso de lo normal«.
Coincidiendo también con Biener, del Campo apunta a la necesidad de una serie de «ingredientes atmosféricos adecuados» para que se den estas lluvias torrenciales, como por ejemplo las famosas DANAS, «que, si no aparecen, por muy caliente que esté el mar en otoño no vamos a tener un temporal«. Aunque también señala otro aspecto importante, que es el hecho de que con un mar más caliente «la evaporación será mayor y una vez aparezca la DANA la probabilidad de que las lluvias sean más intensas crece«, finaliza.